«Mi reno de peluche»: por la pena entra la peste

24 mayo

Protagonizada por Richard Gadd y Jessica Gunning, la serie de Netflix relata una relación de acoso enfermizo... que es una historia real






Con el permiso de la gran Yolanda Fernández, compañera (y amiga) en el Diari de Tarragona, y su inestimable labor durante años para adentrarnos en las mejores series, hoy vengo a hablarles de una de esas propuestas que Netflix tiene en su catálogo y que pasan desapercibidas hasta que, de golpe, un usuario tras otro empiezan a recomendarla y se convierte en uno de los títulos más (curiosos) buscados de la plataforma: Mi reno de peluche (Baby reindeer).

(cuidado con seguir leyendo si no quieren spoilers)


Bajo un título aparentemente tierno, donde incluso podemos llegar a creernos que nos puede llevar a la comedia, la idea se zanja de golpe al toparnos con la sinopsis y ver tan sólo el primer capítulo. Algo afable, amoroso y agradable a simple vista, pero que esconde un fondo terriblemente oscuro.

Una antigua amiga siempre me decía: “Ana, ten cuidado, que por la pena entra la peste”. Una frase con la que, en la vida, no debo dejar de darle la razón y que, mientras veía la serie, no paraba de resonar en mi mente. Martha Scott (Jessica Gunning), una mujer solitaria, vulnerable y de aspecto descuidado y triste, por la que no puedes evitar sentir lástima cuando aparece en pantalla (¿ven?) entra en un bar donde Donny Dunn (Richard Gadd), un joven cuya máxima aspiración es convertirse en un cómico de éxito, trabaja como camarero. Al percibir el bajo estado de ánimo de la mujer, sintiéndose algo identificado y por querer tener un gesto amable, Donny la invita a un té. “Un simple té”.Y de repente, todo cambia. Martha se transforma por completo: risueña, habladora e incluso seductora con Donny, se vuelca en una relación... que sólo ha visualizado ella y que empieza a construir de forma arrolladora.



«41.071 correos electrónicos, 350 horas de mensajes de voz, 744 tweets, 46 mensajes de Facebook y 106 páginas de cartas» acabó acumulando Donny de Martha en apenas unos meses. Y eso es sólo la punta del iceberg, lo que puede palparse de forma material, porque las visitas eternas al bar, el perseguirlo a todas partes, el no dejar que ninguna mujer se acercase, el boicotearle planes, atacar a otras personas, lanzar mensajes falsos sobre él, esperarle delante de casa día y noche, dañando a sus seres queridos,... son algo más difíciles de demostrar. Y todo “por un simple té”. La noche en que Donny quiso ser agradable con Martha, no sabía que se encontraba ante él con una acosadora enfermiza de manual.

Pero si sienten escalofríos, créanme que lo peor llega ahora: la serie está basada en hechos reales. El actor escocés Richard Gadd escribió una obra de teatro, sobre la que se basó posteriormente la serie de Netflix, en la que relataba sus cuatro años de acoso por parte de una mujer que lo apodaba ‘Bebé Reno’. El Reino Unido anda ahora entretenido con este escándalo porque poco se tardó en filtrar el nombre real de la acosadora de Gadd: Fiona Harvey, quien no duda en dar entrevistas y acudir a la televisión para desmentirlo todo. Aquí correremos un tupido velo porque las cosas se están complicando para Harvey y están saliendo nuevas voces que la acusan de lo mismo del que fue su ‘reno de peluche’. Por si fuera poco, Gadd desvela (también lo vemos en la serie en un capítulo magistral que es prácticamente un monólogo de Donny) que el episodio de acoso llego a afectarle tanto que destapó una serie de traumas, entre los que se encuentran los abusos sexuales, de los que tardó mucho tiempo en recuperarse.



Escrita y protagonizada de forma brutal por el cómico Richard Gadd junto con una espectacular Jessica Gunning (The Outlaws), esta miniserie de siete capítulos de unos 30 minutos (a excepción del cuarto, de 45’) tiene una propuesta que, incluso a nivel de iluminación y colores, nos lleva ese ambiente asfixiante que sufre Donny, a sentirnos atrapados sin ser capaces de encontrar una escapatoria. Acoso y culpa, ¿cómo se sale de ahí?

Tengan cuidado la próxima vez que piensen en invitar a alguien “a un simple té”. Ya saben, por la pena...




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